El presidente Luis Abinader dio un golpe sobre la mesa y amenazó a Haití con severas sanciones económicas si no se detiene el canal que se construye en el lado haitiano del río Masacre, en la zona de Dajabón.
El presidente Luis Abinader dio un golpe sobre la mesa y amenazó a Haití con severas sanciones económicas si no se detiene el canal que se construye en el lado haitiano del río Masacre, en la zona de Dajabón.
Las sanciones incluyen el cierre fronterizo total y la paralización completa del comercio, si las autoridades haitianas no han tomado acciones concretas para el próximo jueves y se detiene por completo el avance del canal.
Me parece que el proceder de Abinader es correcto, pues en Haití parece que no se toman en serio al gobierno dominicano y su capacidad para defenderse de un país caótico y casi en la anarquía. Había que ejercer el mollero y darse a respetar, porque los que promueven ese proyecto del lado haitiano se pasaron de la raya, al aprovecharse de la falta de institucionalidad para hacer lo que quieren.
Cuesta mucho creer, sin embargo, que ese canal se construya sin la bendición oficial y me atrevo a apostar que la corrupta cúpula gubernamental haitiana algo tiene que ver con ese desarrollo o el proyecto agrícola que supuestamente pretende alimentar.
Hacen bien las voces de diversos sectores en apoyar al presidente Abinader y poner por encima el interés de la seguridad nacional, porque es lo que toca. Ahora, la gran pregunta es cuánto los sectores que se mantienen formal e informalmente del comercio y la interacción con Haití podrán soportar ese empuje. Es a eso lo que apuestan del lado haitiano, que han creado la crisis pensando en que los dominicanos no tienen forma de renunciar al comercio con Haití, porque les costará demasiado.
El llamamiento, entonces, es a cerrar filas con el gobierno, cueste lo que cueste y dure lo que dure. Las sanciones económicas toman tiempo en surtir efecto, pero no se puede perder de perspectiva que hay que pagar un precio para que funcionen y poder darse a respetar. Ese costo se sentirá en el bolsillo de no pocas personas, que se sentirán tentadas a presionar a Abinader para que afloje, lo cual sería una desgracia. Y más desgraciado aún sería, que la oposición haga fiesta con este conflicto tan espinoso.
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