El tráfico sexual de niñas de 15 a 17 años se produce en las calles, parques y playas. Los traficantes que operan en redes siguen empleando métodos para enmascarar sus actividades.
Santo Domingo, RD. – El tráfico sexual infantil es uno de los secretos mejor guardados y más oscuros de República Dominicana. La pobreza, carencias y explotación llevan a que los niños se vean atraídos hacia un oscuro submundo que ofrece pocas salidas.
El Reporte Especial con Julissa Céspedes desvela que cada noche decenas de niños son vendidos a cambio de sexo en República Dominicana. Se apoya en el Informe sobre la Trata de Personas 2022 que realizó la Embajada de los Estados Unidos para evidenciar que el país se ha convertido en un destino para los turistas sexuales, principalmente de Norteamérica y Europa, para el tráfico sexual de niños.
El tráfico humano normalmente se relaciona con personas procedentes de otros países que son introducidas ilegalmente por tierra o mar. Posteriormente, obligadas a trabajar forzosamente contra su voluntad en lugares extranjeros.
Pero, a veces, la trata de personas puede estar disfrazada de “los y las adolescentes son prostituidos porque les gusta y eligieron ese trabajo”. Sin embargo, la explotación sexual infantil no es un trabajo. No están en esa situación porque quieren o porque les gusta. Suelen ser víctimas de un abuso sexual y requieren protección. Un niño o una niña no están en la capacidad para consentir voluntariamente esta violación de derechos.
El tráfico sexual de niñas de 15 a 17 años se produce en las calles, parques y playas. Los traficantes que operan en redes siguen empleando métodos para enmascarar sus actividades.
Incluye el uso de catálogos para vender a las víctimas a clientes potenciales utilizando casas privadas, apartamentos privados alquilados u hoteles de estancia prolongada para alojar a las víctimas.
Reporte Especial con Julissa Céspedes tuvo acceso a entrevistas en exclusivas con dos menores de 17 años de edad, quienes llevan siendo explotadas sexualmente varios años en burdeles en zonas turísticas, sus nombres y cualquier dato que permita la identificación de las mismas será ocultado.
Algunos casos
Cuando Ana (nombre ficticio) tenía 13 años hirió a una persona con un arma blanca. Para mantenerse en libertad tenía que pagar una fianza, dinero que no tenía, por lo que fue a parar a un cabaret en La Vega.
Mientras María (nombre ficticio) nos comenta que fueron los constantes maltratos por parte de su madre que la llevaron a irse de la casa. Y para subsistir tras esa decisión se lanzó a las calles.
Ana y María narran que su edad no fue un problema, ni tema de conversación a la hora de ser explotadas en estos clubes sexuales. Al contrario, era un atributo que atraía a más de uno.
La necesidad habría sido la razón que llevó a estas dos niñas a ser utilizadas por adultos, quienes comercializaron sus cuerpos, o las explotaron a cambio de dinero.
A pesar de ser tan distintas, varias cosas las unen. Una de ellas es que no tienen documentos de identidad. Provienen de familias disfuncionales que saben lo que pasa. Y que de una manera u otra la arrastraron al oficio más antiguo del mundo.
Ana cuenta que el ambiente en los cabarets es muy competitivo. Todas se convierten en actrices que dan su mejor cara.
Para Ana el ejercicio del trabajo sexual en los burdeles tiene sus pros y contras. Las pujas entre las mujeres es una contra. Y de los pros destaca que se le provee alojamiento, comida a cambio de que estas hagan consumir bebidas a los clientes. Y se acuesten con ellos en las camas que hay en los centros.
En la actualidad, ambas jóvenes aseguran que ya no trabajan en centros de prostitución. Lo hacen de manera independiente. No en un local. Aseguran que de esa forma les va mejor. El precio siempre depende de lo que el cliente les pida.
Las menores afirman que tienen reglas que cumplen a cabalidad. El uso del condón es imprescindible. Generalmente anulan la práctica de sexo oral.
Para Ana su principal regla es subsistir. Confesó que sí tiene la posibilidad de hurtarles algo a sus abusadores, lo hará sin pensarlo.
Ana y María tienen más de una cosa en común: hijos, su ocupación para las autoridades no es un secreto. Y marcadas por una vida muy difícil.
Una de estas niñas reconoce que es adicta. Ana confesó que constantemente gasta mucho dinero en bebidas alcohólicas. Además, dijo que consume marihuana.
La explotación sexual a las que son sometidas estas menores no es un secreto para las autoridades, Ana estuvo en CONANI por varios años debido a que sus vecinos llamaron a las autoridades para informar que estaba siendo explotada sexualmente.
En el caso de María, las autoridades se dieron cuenta de que está era explotada sexualmente cuando salió del bar donde servía tragos con un grupo de hombres, y menores al igual que ella con destino a un hotel.
Mientras Maria evita y se cohíbe de realizar tríos, Ana lo utiliza como una estrategia para facilitar las cosas e incluso para ganar más dinero.
La lucha contra la explotación sexual infantil nunca debe desfallecer y jamás un niño debe pensar o decir esta frase.
Publicar un comentario